Sunday, September 20, 2009

VERANO 2009 (3ª parte): vacaciones en familia, del 8 al 16 de agosto

Heredé una casona típica, grande, cerca de la playa. Estaba ruinosa, pero mi marido, que para algo es constructor, la reformó a precio de coste. Ahora es la envidia de todos nuestros conocidos, y los parientes y amigos se suelen auto-invitar. Cada año es parecido. Me gusta, soy sociable. Y este año, además, sería también distinto, porque vería las visitas desde otro punto de vista.

Momento para explorar el “morbo doméstico”.

Mi marido no es celoso. Siempre le ha gustado lucirme, de manera que el hecho de tenerle en casa no coartaba para nada mi libertad para vestirme como quisiera, aunque hubiera visitas de parientes o amistades. Siempre y cuando la cosa no pase de ahí, lógicamente. Lo aproveché, como forma de poner pimienta a estas semanas, buscando los límites dentro de la normalidad, y aprovechando que tuvimos un agosto todavía más caluroso de lo normal como excusa perfecta.

Tere (17) y Bea (19) siempre han sido solidarias para cuidar de su hermanastro. Lo siguen siendo ahora que él empieza a ser mayor. Aunque todavía no puede bajar solo a la playa. Como además iban a recibir visitas de amigos, acordé que la primera semana se llevaran a Lucas a la playa, y luego, cuando estuvieran sus amigos, ya lo haría yo. No significa que tuviera libre esa primera semana. Al revés, porque por casa va desfilando la familia y hay que ocuparse. La primera semana estaría sobre todo en casa, y la segunda volcada en entretener al niño fuera.

*Mi suegro

Normalmente, mi suegro es el primero en llegar a la casona, porque le encanta el lugar. Hasta tal punto que ha comentado en algunas ocasiones que le interesaría comprármela, a lo que yo me he negado siempre. Como además está prejubilado desde el año pasado, tiene mucho tiempo libre, y le gusta disfrutarlo aprovechando que tiene una salud extraordinaria.

El patriarca es la viva imagen de sus herederos. Decir de él que es un viejo verde es quedarme corta. Como si fuera el padre de Julio Iglesias, aprovechando que no aparenta los sesenta años que está a punto de cumplir, pero que sí aparenta ser un tipo con dinero, suele tontear con jovencitas, con mucho éxito. Actualmente tiene una novia alemana de treinta y pocos, pero no la trajo con él a las vacaciones familiares porque la chica estaba visitando a su familia.

Es normal que se echase novia alemana. Siempre dice que le gustan las rubias, y desde que me conoció, nunca se ha contenido en piropearme de forma habitual. Recuerdo que la primera vez que lo vi me dijo: “Oye, si te cansas del tonto de mi hijo, vente conmigo”. Me lo dijo con toda la naturalidad, con media familia delante. Poniendo cara de bromista, claro. Pero de broma, ninguna. Y ese es el tono que usa siempre conmigo: como si fuera broma, pero diciendo las cosas bastante claras. Reconozco que es un caballero, y nunca se pasa de la línea de lo galante, y por eso creo que siempre he sido especialmente amable y cariñosa con él.

Este año se comportó más contenido de lo normal, imagino que porque ahora tiene su propia rubia treintañera. Aún así, dejó algunas frases dignas de su carácter, sobre todo una:

-¿Cómo no voy a querer pasar unos días con vosotros pudiendo ver a Julia por casa en bikini?

Esto lo dijo la primera tarde, mientras le servía un café con mi bikini verde de flores, y después de dedicarle a mi canalillo una mirada de varios segundos sin pestañear. Sonreí amablemente, porque sinceramente sus piropos siempre me halagan. Y como mi marido nunca osaría llamarle la atención a su propio padre, es una forma segura de que me suban el ego.

*Parientes

El resto de la familia de mi marido es enorme. Podría montar un equipo de baloncesto con mis cuatro cuñados. En carácter, todos se parecen más o menos a mi marido, que a su vez se parece a su padre: tradicionales pero casanovas. El bagaje de esa idiosincrasia familiar es tremendo: mi marido es el único casado, pero en segundo matrimonio, mientras que entre los demás hay otros dos divorciados (con hijos) y dos solteros (también con hijos). No son sólo hombres: tienen dos hermanas, las dos casadas (de momento), pero normalmente suelen acercarse por la casona sólo de visita. Por el contrario, mis cuatro cuñados no perdonan un solo verano sin venir, y se quedan a dormir al menos una semana.

Tenerles por casa es agotador física y mentalmente. Son fiesteros y bromistas, pero sobre todo, les gustan las mujeres, y parece que yo especialmente: no desperdician un minuto para mirarme o incluso rozarse conmigo en los pasillos, aunque siempre cuidan de no propasarse. La diferencia este año era que yo estaba preparada para contraatacar en su terreno. Aunque otra diferencia es que, desde los divorcios de dos de ellos, ahora soy la única mujer que pasa estas dos semanas con ellos en casa, aparte de mis hijastras. Recibimos visitas de primas y algunos primos con sus mujeres, pero básicamente toda la tensión sexual de estos cuatro la soporto yo sola.

*Mi cuñado José Luis

El más singular de todos mis cuñados es José Luis. Treintañero, melenudo, aire canalla, vividor, sin apenas relaciones estables, aunque tuvo un hijo con su secretaria. Un fenómeno. Ya se sabe que, dentro de las familias, cuando te cuelgan una etiqueta es imposible que te la quiten. La etiqueta de José Luis dice que, a pesar de su actitud, tiene un corazón de oro y es el mejor hermano de sus hermanos. Haga lo que haga, nadie se lo va a echar en cara. Y menos que nadie, mi marido, pues al parecer José Luis le ayudó durante el divorcio de Cecilia: es un abogado excelente, e hizo mucho en el tema de la custodia de las niñas.

La patente de corso que tiene José Luis para hacer lo que le da la real gana ha tenido siempre un objetivo preferente: yo.

Desde antes de casarme con su hermano, José Luis no se corta un pelo conmigo. No es simplemente que me mire hasta hartarse, y con intenciones, o que alguna vez se roce accidentalmente, porque eso lo hacen sus hermanos también: es que “Joselu” no se corta en comentarlo todo en voz alta, lanzándome piropos y demás frases propias de un albañil curtido. Y con mi marido delante, claro, porque como tiene buen corazón, nadie le recrimina que lo haga. Además, sus piropos no son como los de mi suegro, que al fin y al cabo es un señor de cierta edad y eso se nota en su estilo. Al principio de entrar en la familia, me abochornaba e incomodaba esa actitud. Pero reconozco que en los últimos años ha empezado a darme morbo que se tome esas libertades conmigo, aunque sigo manteniendo con él una relación muy tensa, para aparentar.

*Cocina

Me gusta cocinar. Afortunadamente, porque en estos días de vacaciones, me toca cocinar más que en todo el resto del año, aunque sean platos de verano sin mucha elaboración. Mis hijastras y una prima de mi marido ayudan, pero la cocina es mi reino en estos días de vacaciones. En los últimos años mis cuñados muestran un repentino interés por ayudar en la cocina, especialmente José Luis, que se deja caer mucho, casualmente siempre que estoy yo sola.

Normalmente estoy en camisola o vestido ligero en la cocina. Pero este año decidí aprovechar la excusa del calor para pasarme el día en bikini. Bikini, pero con delantal. Una imagen muy sugerente que no pasó desapercibida para ninguno de mis cuñados. La misma tarde que llegó, nada más verme haciendo unos canapés vestida con esa ropa, José Luis me soltó:

-Joder, cuñada, que sexy te pones para hacer la comida.

-Hace mucho calor, pepelu – le respondí, usando el diminutivo que más le molesta.

-Normal, como no va a hacer calor con ese cuerpazo – contraatacó él, para dominar la charla.

-Anda, no hables tanto, y ven a ayudar – le invité a acercarse.

Se lavó las manos y se puso a colaborar en los canapés y la ensalada. Aunque todo el rato sus ojos se iban a mi canalillo, y estaba bastante más cerca de mí de lo necesario para cocinar. Cada vez que yo me movía, notaba sus dos ojos en mi culo, y reconozco haberme contoneado un poco al hacerlo. Él no perdió ocasión y yo me aproveché.

-Mira para lo que estás haciendo, ¿no?

-Joder, Julia, es que tienes un culito que no puedo mirar otra cosa.

Cocinando en bikini conseguí que me ayudase en la cocina durante todas las vacaciones.

*La gran comida del domingo

La madre de todas las tradiciones dice que el domingo de vacaciones los cinco hermanos y el patriarca se van a pescar de mañana en la lancha de un amigo. Mientras tanto, yo me quedo sola y tranquila en casa, y preparo una gran ensalada de fruta que les encanta, con unas cuantas tortillas para acompañar lo que ellos hayan pescado. Hacemos esta comida, muy campera y veraniega, en el jardín de la casona, donde suele pegar muy fuerte el sol. Esa fue mi excusa, el sol.

Forcé un poco la máquina, sirviendo la comida en bikini. Me puse mi bikini dorado, para que fuese todavía más llamativo. Nunca antes había servido la comida a mis cuñados estando en bikini. Incluso este año, que cocinaba en bikini, me ponía una camisola para comer. Así que era novedad para ellos y para mí. Paseándome entre ellos, sirviendo la comida, notando roces de mis muslos o nalgas contra sus brazos u hombros, la situación era entre embarazosa y excitante. Mi marido la dio por normal, afortunadamente.

Me senté a comer entre mi cuñado Javier y mi suegro. A Javi, que probablemente sea el más tímido de los cinco hermanos, se le hacían los ojos chiribitas de mirarme. Mi suegro, más amable conmigo que nunca, estuvo toda la comida charlando animadamente, haciéndome bromas. Y cada vez que se reía, me plantaba suavemente su mano derecha en mi muslo izquierdo. Cuando acabó la comida, todos mis cuñados se prestaron voluntarios a ayudarme a recoger la mesa y llevar las cosas a la cocina.

No hay nada como ir semidesnuda. Dispara la solidaridad en las tareas domésticas.

ad.ultera@ymail.com

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